viernes, marzo 12, 2010

ANTE LA POSIBLE MUERTE DE COCO FARIÑA

Publicado el viernes 12 de marzo del 2010

MIGUEL COSSIO: Apocalípticos y des-integrados
By MIGUEL COSSIO

Fidel y Raúl Castro no pueden evitar dejar de contar cada minuto que pasa para la próxima nota mortuoria ante el posible desenlace trágico en el caso de Guillermo Coco Fariñas.
Es probable que le endilguen la tarea al canciller Bruno Rodríguez Parrilla. Después de la predecible respuesta oficial del parlamento subalterno a la condena europea, según la cual 509 de los 550 eurodiputados de la más amplia gama de colores y banderas políticas acordaron ``manipular y tergiversar los hechos'' acerca de la muerte de Orlando Zapata Tamayo y de la huelga de Guillermo Fariñas. El propósito de la Eurocámara era empañar esa imagen pulcra y cristalina que tiene en el mundo la revolución cubana.
Hasta el momento la contestación (semioficial) había estado en manos de un par de oscuros prestanombres que escriben en Granma. Pero los acontecimientos se han precipitado de manera impredecible (para ellos).
Y ahora los Castro esperan que Fariñas muera, por su propia voluntad y, como dice uno de los prestanombres, no es ético [sic] oponerse al deseo de muerte de Coco, tesis que vista desde la responsabilidad del Estado contradice toda la doctrina humanista de la práctica médica.
Pero para los Castro, la muerte ha sido siempre una parte sustancial de su retórica, desde el lema de Seremos libres o mártires, Libertad o Muerte, Patria o Muerte, hasta el Socialismo o Muerte, y así sucesivamente. Porque hay que entender que la necrofilia es la esencia de su simbolismo.
El argumento castrista apunta a que se trata de un enemigo del pueblo, al servicio del imperialismo. Para eso acude al descrédito y la infamia, ni siquiera directamente, sino por medio de voceros que plantean el peregrino razonamiento de que hay que respetar el deseo de morir de quien decide hacer huelga de hambre. Todo ello en contradicción con la idea del juramento hipocrático, cuya máxima señala el deber de los médicos de hacer todo lo posible por salvar vidas.
En otro lugar y circunstancia, que no fuese Cuba, el dilema puede resultar polémico. ¿Qué hacer frente a los apocalípticos del sistema, comenzando por Fidel y Raúl Castro, que ni siquiera recuerdan el juramento hipocrático? ¿Y qué hacer con los des-integrados que convierten sus vidas y hasta sus muertes en armas políticas por una causa que estiman justa, tan importante para el ser humano?
Excluido el diálogo, y sin voluntad alguna de conciliación, el castrismo está apostando al todo o nada. Si se analiza retrospectivamente, los Castro actúan sólo en términos apocalípticos, dentro del esquema de dejar al contrario tres únicas salidas y que son: la resignación o humillación; la rebelión; y, la muerte o la inmolación.
Pero hay un escenario diferente, que el castrismo no alcanza a comprender. Aunque apele a su fórmula tradicional. Una situación inédita, no sólo por el hecho, sino por las circunstancias nacional e internacional.
Zapata Tamayo no fue una inmolación aislada. Fariñas lo está demostrando. Y Félix Bonne Carcassés ha dicho que será el próximo. Los tres de distinta procedencia. Los tres negros.
El castrismo votó ya por su única opción, la de la muerte, tal como se observa en la declaración del Parlamento cubano, que a su vez es un claro mensaje: no nos importan los disidentes muertos, ni el rechazo mundial. Allá ellos. Deberían releer a su adorado Marx: ah, viejo topo, por donde vienes a salir.
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